dimecres, 12 de febrer del 2014

Esto no es una revolución

Siete años de crisis galopante han abierto muchas puertas e incógnitas sobre el tipo de estado en el que vivimos y como queremos reconstruirlo si algún día salimos de ésta. Con las políticas de recortes en los derechos sociales, los rescates bancarios millonarios, las dudosas prácticas de algunos gobiernos y la sensación de que nada de esto tiene en cuenta la opinión de la ciudadanía, se han desencadenado una multitud de plataformas y movimientos civiles que reclaman cierta atención.
Desde la ocupación de las plazas con el movimiento del 15M, los actos de insubordinación como la ocupación de viviendas, hasta las últimas movilizaciones masivas de profesorado, médicos o funcionarios, España está viviendo un periodo que bien podríamos llamar revolucionario. Y esta expresión no es exagerada. El problema es que aún no se sabe contra quién.

Parece alarmista usar la expresión de “revolución” para hablar de lo que está sucediendo en estos momentos con los movimientos ciudadanos. “Revolución” es una palabra que se suele asociar a la revolución rusa, en la que unos llamados bolcheviques luchaban por una sociedad con más derechos, con capacidad de decisión, y contra un poder elitista que los mantenía fuera de juego. O quizá, algunos lo asocien más al movimiento obrero, sí, aquel movimiento que pretendía conseguir unas condiciones de trabajo dignas, más calidad en la educación o contener los abusos de poder de los empresarios. Vaya… ¿esto no les resulta familiar?

Lo que sí que se puede considerar revolución - y aquí hay bastante acuerdo - son las llamadas primaveras árabes. Aquellas que sacaron a millones de personas a la calle para reclamar derechos básicos, aquellas que derrocaron a algunos de los tiranos más longevos de esos países, y aquellas que nos inspiraron para llenar las plazas y pasar muchas noches bajo el cielo para reclamar una democracia real. Aunque en las revoluciones árabes hubo centenares de muertos y en España no muere nadie. O esperen, ¿cuantas personas se han suicidado porque iban a perder su casa?

Pero no, en España hace tiempo que se ha instaurado el Estado del Bienestar, y que todas las personas tienen los derechos básicos garantizados. Queda lejos aquella revolución del 68 la llamada “Gloriosa”, donde después de más de 20 años de bipartidismo (Progresistas y Liberales) y la primera crisis financiera de la nueva España capitalista, los altos niveles de pobreza llevaron a las clases populares a levantarse contra el régimen. Un momento… ¿Eso no les suena?

La sociedad civil española no tiene motivos para hacer una revolución. El catedrático inglés Paul Collier, en su libro “El club de la miseria”, analiza cuales son las principales causas por las que un país puede sufrir una revolución y determina: “aumento del índice de pobreza, estancamiento económico y gasto excesivo durante épocas doradas que no se corrige de forma justa cuando se llega a la caída”. Sólo para comparar. En España, sólo hay 12 millones de personas que según Intermon Oxfam viven en situación de pobreza. El estancamiento económico según el FMI sólo durará unos diez años y la corrección de la deuda pública ha sido

muy justa: simplemente 22.000 millones de euros para rescatar Bankia, que por cierto cierra el 2013 con más de 200 millones de beneficio.
Así que no hay por qué preocuparse. Los movimientos civiles de los últimos años están totalmente infundados y son pasajeros. Atrás quedan aquellos movimientos heroicos como el de los derechos civiles en Estados Unidos. Allí, un orador tan noble como Martin Luther King, reunió a más de 250.000 personas en la “Marcha sobre Washington” y consiguió parar la discriminación contra su raza. Aquí, una entidad como la Asamblea Nacional Catalana moviliza millón y medio de personas a la calle por el derecho a decidir y…., nada.

Además, como explican analistas políticos como el periodista Ferran Saez, una revolución nunca se daría porque los ciudadanos tienen demasiado que perder. Por ese mismo motivo los profesores en las baleares sólo han perdido 1.500 euros por tres semanas de huelga, porqué son unos egoístas. Y evidentemente, en la época en la que vivimos, donde impera el individualismo y la ambición, sería imposible que aquellos que están más acomodados se movieran por el bienestar general. Las ocupaciones y protestas para evitar que ciertas familias sean desahuciadas la gente lo hace por hobby, no luchan por ningún derecho universal.

Pues ya está. No hay motivos para preocuparse porque aquí nadie se revoluciona. ¿Y por qué? Pues porqué primero hay que saber contra quien nos revolucionamos, pero quién es más culpable; ¿Los bancos? ¿Los políticos? ¿Las multinacionales?¿Alemania? Y cuando se tiene un enemigo hay que escoger un objetivo común e ir a por él, pero… ¿Cuál? ¿Evitar la privatización de los servicios públicos? ¿La corrupción? ¿La justicia social? ¿La calidad democrática del país?

Quizá es gracias a que hoy en día tenemos tanta información, que podemos asegurar que no habrá ninguna revolución. Sabemos tanto, oímos tanto, vemos tanto y predecimos tanto, que al final se nos nublan las ideas y nos perdemos en un mar de culpabilidades, responsabilidades y líderes que nos prometen un cambio. Hay tantas necesidades, reivindicaciones, tantas cosas que no funcionan que no sabemos por dónde empezar.

Tenemos las cuestiones medioambientales, las sociales, las económicas, las políticas y cada día hay una que parece más prioritaria que la otra. Y aquí está la cuestión. Como vemos constantemente en política y en los medios de comunicación un tema tapa otro y con una cortina de humo conseguimos que algo que nos indigna y nos preocupa se esfume de golpe porque hay algo peor. Así que no, no habrá una revolución, porqué eso molestaría y cambiaría demasiadas cosas. Por lo tanto, ya se ocupan cada día de darnos nuevos motivos para hacerla

dimecres, 8 de gener del 2014

Buidar la boca, omplir les mans



Dimecres 18 de desembre. El twitter, els diaris online i les tertúlies radiofòniques estan prou monopolitzades pel possible augment de fins a un 11% de la factura de la llum, i les horribles conseqüències que té això per una problemàtica social que cada vegada sona amb més força; la pobresa energètica. Això empalma amb el recent rebuig  del Congrés dels Diputats, concretament del Partit Popular, a una proposta que demanava no tallar els subministraments a les famílies que no poden assumir les factures. 

Redactors, opinadors, columnistes i tertulians s’omplen la boca de conceptes solidaris: de la necessitat d’ajudar als més desafavorits, de les dificultats que pateixen les persones que no poden assumir les despeses dels subministraments, i un llarg etcètera de paraules que pretenen canviar el món. D’acord, en general és possible que tinguin raó, però... i què més? Ja està? Ja han parlat, la població ja els ha escoltat, ja s’ha dit la situació precària en què viuen moltes persones, però tothom ha seguit fent la seva vida, potser indignat per l’actualitat, però res més.

Dimecres 18 de desembre. Al cor de la Barceloneta, l’Obra Social Santa Lluisa de Marillac celebra la seva festa de Nadal. A l’entrada s’hi congreguen uns quants usuaris fent una cigarreta. Pujant per les escales, es creuen usuaris, voluntaris, tècnics que se saluden, es pregunten. I en una la sala d’actes plena de gom a gom del segon pis, un cantautor versiona Serrat davant d’un dels públic més agraïts que mai tindrà. Després la cosa s’anima, un grup d’usuaris ha creat un grup de música i toca nadales per tothom. 

El públic és variat. Alguns més en forma que d’altres, gent més gran, altres potser malalts, però tots amb un somriure d’orella a orella. Un home amb corbata comenta que és advocat i que dedica part del seu temps a ser voluntari i acompanyar a alguns dels usuaris al metge. Un altre, no diu la professió però explica que va uns quants dies al menjador i els serveix i prepara menjar. Caram, i no els costa res. 

Gràcies a la feina que fan moltes persones com ells, l’obra social arriba a atendre fins a més de 2.200 persones l’any. Alguns passen una temporada al centre, altres només hi van a menjar, altres es beneficien dels tallers i del centre d’orientació o dels habitatges socials. Tots ells, han patit i pateixen grans entrebancs dels quals ningú està exempt. A tothom li podria passar.

I per què relacionar aquests dos fets. Doncs perquè en un mateix dia, es pot ser conscient de la misèria, la pobresa, la solitud, la injustícia, la incapacitat, la impotència, i un llarg etcètera. Però també en un mateix dia es pot veure quina és la millor manera d’afrontar-ho. En comptes d’omplir-se la boca, en comptes de criticar els que no actuen com es vol, en comptes de seure i esperar el canvi, podríem moure’ns fins a llocs com Santa Lluisa de Marillach, dedicar part del nostre temps a ajudar qui més o necessita i portar el canvi nosaltres mateixos amb les nostres mans.